Advertencia: El siguiente texto utiliza el femenino genérico.
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A Paulo, que ama pepenar
A nuestras colegas de San Juan
A nuestras familias que nos enseñaron a acumular
A Claudia, Ramiro, Polar, Wagner, William y Jack.
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No somos las mismas de hace tres años esperando que abran los teatros y galerías, no solo la distancia física pandémica nos ha separado, también la violencia, el terruño, las pulsiones, la precariedad y los deseos. Nada de eso puede revertirse, es lo que somos ahora y hay que hacer frente a estas nuevas identidades, con sus afinidades y contradicciones; finalmente, qué es hacer en común sino verter nuestras individualidades en un mismo caldero por un momento, por un fragmento, y regresar luego tan las mismas de antes o tan contaminadas de las otras, dependiendo la porosidad de cada una.
Así como las exploraciones en las ruinas del antiguo Planetario de Guadalajara, las derivas con el colectivo de arte comunitario Lxs de Abajo, y el laboratorio de recolección y composición de imágenes a partir de objetos encontrados en el desecho, La Pepena, han nutrido la Breve Historia de la Incivilización Humana desde el 2016; el contexto pandémico nos obligó a repensar las relaciones entre los cuerpos, los objetos y los espacios como estrategia de creación y de supervivencia; para ello, además de atender a la noción de objeto residuo que veníamos trabajando, acudimos al espacio rugoso como contenedor y coprotagonista de una versión protagonizada por la distancia: La Era del Wifi.
Jalisco, Colima, Guanajuato, Veracruz, CDMX y Santiago de Chile, geografías a las que nos ha llevado el 2020 y 2021, acogen ocho capítulos de la Breve Historia de la Incivilización Humana para proponer diálogos entre el objeto residuo, con los relatos que es capaz de contener luego de abandonar su vida funcional y navegar en el desecho, abandono, u obsolescencia; y la rugosidad del espacio, desde el concepto del geógrafo brasileño Milton Santos (1978), que propone el espacio como una acumulación desigual de los tiempos.
La Era del WiFi, juega con recursos virtuales como el soporte de un sitio web, o QRs como contenedores de la escena para llevar; sin embargo, su principal apuesta reside en las provocaciones a los espacios físicos abiertos en que se activaron y registraron las acciones-escenas; en los cuerpos que modificaron por un instante la configuración territorial de estos paisajes en compañía de protagonistas no antropocéntricas. En ese sentido, lo que ahora tenemos frente a nosotras es solo un testimonio, un vestigio.
Sara Pinedo.